domingo, 29 de enero de 2012

Hermana


Hermana:

Te veo.
Esa barrera ya no existe, ya la perdiste. Ahora tu sonrisa me da la bienvenida todos los días. No tengo otra opción más que responderte, forzado, ¿decepcionado, tal vez? Tu esencia: brutal.
Si lo hubiera sabido, hubiera devuelto el tiempo.
Lo sé, lo sé, es trillado, típico, aburrido pero es lo único que puedo pensar, es lo único que quiero pensar. Me tocas la mano, inocente, sin saber que surge por mi mente, ¿ya sabrás mi secreto? ¿Sabes lo que nadie quiere decir?
Mis amigos lo saben, el mundo lo sabe.
No lo sabes.
No sonreirías.
Ella viene.
Tu sonrisa se va, como siempre. ¿Por qué se va? ¿Me dices que sí?
¿Qué puedo hacer? A ver, ¡contéstame!, ¿qué podría hacer en donde no quedo como el gran sátiro de la historia?
Ella me toma de la mano, me acaricia con una sonrisa y un beso. Tengo que responder, lo siento.
Ella se va, yo me tengo que ir, pero me voy feliz.
Al besarla, te beso. 

martes, 27 de diciembre de 2011

La Calle

La niña de la calle no me cuenta porqué no sonríe. La niña de la calle no me explica porqué no me ve. La niña de la calle tan sólo cierra sus ojos y espera a que termine.

sábado, 30 de julio de 2011

Tulio

Tulio caminaba emocionado por ese túnel angosto, sus pies se movían rápidamente, aún para su grueso cuerpo. No había campo, su largo pelo gris se despeinaba con los bordes y su cuerpo ancho se columpiaba de lado a lado, golpeando contra las paredes plásticas. 

Pero a él no le importaba. 

            Nada lo iba a detener, iba a encontrar un nuevo mundo: finalmente escaparía. 

            Con cada paso que daba se escuchaba una respiración fuerte y cansada. Dobló a la derecha, era todo un reto moverse a través de las esquinas, pero lo lograba luego de esforzarse. Después estaba otra curva a la izquierda. Luego izquierda tres veces más, luego derecha. 

            Ahí estaba el final del túnel.

            “Qué bien que me puse a explorar ese cuarto de mierda” pensó emocionado y medio resentido “, yo sabía que algo estaba diferente. Ahí está la salida, ¡ahí es…!”

            Entre respiros pesados y cansados, bajó su cabeza, ¡qué amarga decepción sentía en su boca Tulio! 

            Ahí mismo, a sólo centímetros de la salida del túnel, estaba la escalera sin fin, el otro túnel sin salida, los restos de sus hijos y Carlota, descansado gentilmente. 

            Todo estaba igual, nada se sentía natural.  

            Tulio exhaló cansado; se sentía avergonzado de haberse emocionado. Pasó sus largas, puntiagudas uñas por su peluda barbilla y con saliva se limpió el largo cabello. 

            - Sabía que no valía la pena despertar a Carlota- dijo mientras se acurrucaba a la par de ella- , por dicha no lo hice. 

            Se hizo una pelota y se acomodó el pelo largo para que abrigara a Carlota; ella todavía tenía su pelo húmedo pero no tenía las energías para limpiárselo. Había sido una noche difícil para los dos.
            Cómo gustaba él de Carlota. En los últimos meses, como era de esperarse, ella había engordado pero todavía esas caderas eran prominentes y atractivas. Ese pelo café, lacio y corto era precioso, siempre brillaba aún cubierto de sangre. Esos ojos rojizos, esas uñas filosas, esos poderosos colmillos; ella era hermosa. 

            No era natural tenerla encerrada entre esas paredes de plástico, aserrín y semillas aburridas. 

            “Al menos hoy comí algo diferente”, pensó. Cerró los ojos, pero aún así no dormía. 

            - Maldito insomnio –suspiro, para no despertarla –Mañana estaré todo cansado y seguramente llegará ese chiquito imbécil a golpearme la ventana y hablarme chineado. 

            Se detuvo. 

            - No puedo insultarlo, él me saca al patio. Por tan poco que sea, él lo hace. Tan sólo estuviéramos ahí más tiempo, se siente más natural. 

Que noche habían vivido ellos dos. 

Hace sólo minutos, veía los ojos de Carlota: era tan fácil leerla. Se le veía la incredulidad, el asombro y el miedo. Respiraba cortadamente mientras unía las manos de manera nerviosa. Ella, en cambio, no podía explicar cómo Tulio estaba tan pacífico. Sus ojos negros estaban mudos, sin emoción. No pasaba nada por el cerebro de Tulio. 

No tenía que pasar nada, era lo natural. 

- No hay campo –dijo él con un tono cortante. Se rascó desesperadamente su barbilla- , hay que hacerlo. 

- Lo sé –exhaló derrotada. Tulio se acercó a ella y le puso los pelos largos para abrigarla. 

- Son nuestros hijos. Es por el bien de ellos –dijo él. 

Y así fue. En el medio de la noche, se escucharon los adoloridos gestos de Carlota. Nacieron los tres hijos pero no tuvieron chance a despertar, si acaso respirar; él, en un instintivo movimiento, los tomó con sus largas manos, los tiró al suelo y apuntó al primero. 

Con determinación, le clavó los colmillos y comenzó a devorarlo. Carlota dudó pero cuando sintió la adrenalina correr por sus venas, acelerándole el corazón y tensando sus afiladas garras, se abalanzó. 

Segundos después, la sangre corría por su boca, deslizándose por su lacio pelo café.
No importaba, luego se lo limpiaría con la lengua. 

Trataron, pero no pudieron con todo. Tuvieron que esconder el resto de los cuerpos desmembrados de sus hijos bajo el aserrín pero se sentía medio forzado, no se sentía natural.

            Así Tulio volvió a cerrar los ojos, sabiendo que mañana sería otro día igual. Encerrado entre paredes plásticas, aserrín, túneles sin salida y la escalera sin fin. 

            Encerrado en contra de su voluntad, para el goce de los demás.   

Crédito fotografía/Image credit: Rusted cage by Linlith at DeviantArt.